jueves, 18 de agosto de 2011

La tristeza latinoamericana o los paisajes sin historia


Las ideas sobre el “Nuevo Mundo” en los textos de viajeros extranjeros

(fragmento)

Pedro Adrián Zuluaga (Colombia)
Comunicador Social-Periodista de la Universidad de Antioquia. Editor de la revista Kinetoscopio y director del Programa de cine del Centro Colombo Americano de Medellín.


“Primero fue el viaje. Después vinieron el tiempo y la nostalgia”, dice el director de cine griego Theo Angelopoulos. Angelopoulos se ha permitido articular una obra cinematográfica que se sostiene, en gran medida, en la acción de viajar y en la reflexión sobre el viaje. En el viaje como pregunta por la identidad, recuperación de la memoria (personal y colectiva) y búsqueda de referencias paternales. En el viaje como aventura que nos confronta con lo otro en la forma en que la otredad se manifiesta; por ejemplo, para el más ilustre quizá de todos los viajeros, el también griego Ulises: el héroe homérico encuentra sirenas y cíclopes, encuentra lo monstruoso y lo hermoso, encuentra la sexualidad y el cuerpo de la mujer, pero también se encuentra a sí mismo en tanto él mismo es Nadie.

Precisamente, el modelo mítico-literario del último Angelopoulos es la figura de Ulises, como prototipo de todos los viajeros. En un corto de un minuto que Angelopoulos realizó con la vieja cámara de los hermanos Lumière (y en homenaje a estos) en el centenario del cine, su personaje es Ulises. Abandonado en la orilla de un mar tempestuoso, el héroe se pregunta: “¿A qué tierra extranjera habré llegado?”.

Esta exclamación de asombro y de espanto hace pensar en Colón, en su mirada adánica sobre América, en su, como diría Angelopoulos, primera mirada. El testimonio supuestamente más fiel que tenemos del “asombro del Almirante” es su propio Diario. El primer encuentro de Colón con tierras americanas es, sin embargo, una de las páginas más prodigiosamente elusivas y tal vez frías de la literatura de viajes.1 Colón pretende ser un cronista, a su manera, objetivo. Su Diario no es el testimonio de una hazaña personal, como las de los viajeros modernos, sino el registro del cum-plimiento de un deber de orden a la vez trascendente, divino e histórico. Puede ser más que una ironía que el nombre de Colón, Cristóbal (Cristóforo), signifique, precisamente, aquél que lleva a Cristo. Signado por ese destino que lo desborda, Colón no tendrá reparo en poner todo su empeño en la justificación de lo que después sería una de las empresas colonialistas más gigantescas que se conozca: la vana-gloria de un imperio donde nunca se pone el sol.

Un juicio histórico-moral sobre Colón resulta, a estas alturas, harto improcedente, pero sus propias maneras literarias dan pequeñas claves para entender el horizonte cultural en el que se movía. Ni como ser humano, ni como escritor, Colón es Montaigne o san Agustín. La violenta, o por lo menos áspera disección del yo a la que se someten estos dos escritores, parece por completo ajena al espíritu de Colón (de hecho la mayor parte de su Diario está escrita en una “impersonal” tercera persona). Colón es una voz colectiva, por él habla toda la cosmogonía de una moribunda Edad Media. No ha descubierto ese yo capaz de someterse al libre examen de la conciencia y a la búsqueda de una responsabilidad individual. No tiene más que una oscura certidumbre del pecado y la desobediencia, pero en relación con Dios y su Majestad, no en relación consigo mismo. Para Colón, como para toda la España conquistadora, lo Otro sólo tiene un valor de uso, dominio y explotación. Lo Otro no es aquello que permite la expansión del yo, sino lo que justifica su blindamiento en lo colectivo, en el mito de los orígenes, en el rechazo de lo bárbaro.

Otros cronistas de Indias con sus fantasmagorías, sus relatos fantásticos, sus mitos, respaldarán de alguna manera el proyecto colonialista. Hay más de doscientos cronistas de Indias que han sobrevivido al tiempo y una infinidad de cartas que refieren la experiencia del Nuevo Mundo para los ojos europeos. Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León, Bartolomé de las Casas y Juan de Castellanos pueden mencionarse entre los que han merecido una mayor supervivencia. Estos cronistas heredaron la tradición medieval judeo-cristiana que termina por imponerse en España a las incipientes luces del Renacimiento. Como eran espíritus religiosos y no científicos, en la amplia gama de fenómenos naturales que encontraron en América, incluyendo a la población nativa, cronistas y conquistadores —muchos fueron ambas cosas a la vez— no podían ver el fenómeno por lo que era, sino, a duras penas, como una proyección de sus prejuicios, intereses, miedos, fantasías y deseos. En el plano espiritual y cultural, la empresa conquistadora consistió básicamente en la colectivización de esos prejuicios, intereses, miedos, fantasías y deseos. Las sociedades indígenas americanas entraron en un proceso de alineación que las separó de su propio mundo mítico-religioso, empezaron a vivir una vida prestada, subsidiada. El Nuevo Mundo entró en la historia violentamente, y todo ingreso a la historia es a la vez pérdida del paraíso y acceso a un mundo de jerarquías.

Tal como dice Jacques Derrida en De la gramatología y a propósito de los Tristes trópicos de Lévi-Strauss, hay una relación estrecha entre violencia, escritura y poder. La sabiduría popular traduce este concepto, diciendo simplemente: “la historia la escriben los poderosos” o “la letra con sangre entra”. Los cronistas de Indias, de alguna manera, cumplen con esa ambigua misión de posibilitar con la escritura la instauración de un nuevo poder. La escritura de las crónicas de Indias es a la vez inventario, registro y tergiversación, pero en todo caso es siempre ideología. Lo anterior nos puede servir para una primera aproximación a la tristeza latinoamericana, en la variante en que este texto la concibe: tristeza de no haber escrito la propia historia, tristeza, sobre todo, de haberse dejado escribir en el cuerpo las marcas de la inferioridad, que aún sobreviven.

martes, 16 de agosto de 2011

Literatura azteca, inca y maya

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Literatura azteca

Valle de México

Lengua Náhuatl

Creaciones poéticas

Los Cuícatl

Éstos son los cantos, himnos y poemas rítmicamente estructurados, sujetos a reglas de medida y acentuación.

Se clasifican en:

  • Los teocuícatl, o himnos compuestos en honor a los dioses, se acompañaban con música de cantos corales.
  • Los yaocuícatl, o cantos de guerra, celebraban las victorias conseguidas e impulsarán a los combatientes para obtener nuevos triunfos.
  • Los xopancuícatl festejaban el renacimiento de la primavera.
  • Los icnocuícatl aludían a la tristeza, la muerte y la derrota.

http://www.youtube.com/watch?v=bIKeFE9NY4k


Los Icnocuíatl

Icnocuicatl o cantares tristes son verdaderas elegías, obra de los cuicapicque o poetas nahuas postcortesianos.

Los últimos días del sitio de Tenochtitlan

Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua de salitre.

Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo, pero
ni con escudos puede ser sostenida su soledad.


http://www.youtube.com/watch?v=3RHUhEP_cyY

Literatura Inca

Desde el norte de Ecuador y Argentina hasta el centro de Chile

Lengua Quechua

Poesía épica mitos y leyendas que relatan el origen y la fundación de Cuzco.

Lírica: Arawi (cantos amorosos)


http://www.youtube.com/watch?v=3qdll6xyTHI


Literatura Maya

En los actuales territorios de Honduras y Guatemala y en la península de Yucatán

Lengua maya yucateca - quiché

El Popol Vuh o Popol Wuj (En quiché: "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad"), es una recopilación de varias leyendas de los quiché, uno de los pueblos de la cultura maya . Tiene valor e importancia en el plano religioso, más que en el histórico; de hecho, se le considera como el Libro Sagrado o la Biblia de los mayas quiche. En él, se busca explicar el origen del mundo, la civilización y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza.

http://www.youtube.com/watch?v=bhG3DfqP3RA en monitos


Documental Discovery Channel:

http://www.youtube.com/watch?v=wwAHDCE6hFI&feature=related

El Chilám balam

Uno de los primeros cuidados del clero español después de la conquista, fue enseñar a los indios a escribir su propia lengua haciendo uso de las letras del alfabeto castellano.

Aunque se suponía que los indígenas harían uso de esta nueva escritura exclusivamente para los fines de la nueva religión cristiana, los indígenas se las ingeniaron para escribir una cantidad considerable de profecías, mitos, rituales, sucesos corrientes y, lo más importante de todo, sinopsis cronológicas de su historia.

Durante la centuria que siguió a la Conquista se escribieron en el norte de Yucatán algunos de estos manuscritos indígenas. Se les ha dado el nombre de Libros de Chilam Balam, lo cual puede traducirse como "El libro del adivino de las cosas ocultas".

Originalmente debe haber habido muchos de estos libros manuscritos pero sólo unos cuantos han llegado hasta nosotros. Se les distinguía entre sí agregándoles el nombre del pueblo en que fue escrito cada uno.

Se conocen fragmentos de uno diez o doce, siendo los más importantes los Libros del Chilam Ba¡lam de Maní, Tizimín, Chumayel; Kaua, Ixil, Tusik y el Códice Pérez, manuscrito del siglo XIX que contiene transcripciones de varios otros cuyos originales se han perdido.

Tomado de: http://www.atinachile.cl/content/view/445600/Frgmento-del-Chilam-Balam.html


Literatura prehispánica

Popol Vuh

(Fragmento)

Primera Parte

Capítulo Primero

Ésta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.

Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.

No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.

No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.

Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban.

Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.

Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre.

Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.

El primero se llama Caculhá-Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxá-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo.

Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento.

—¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.

Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: — ¡Tierra! —dijeron, y al instante fue hecha.

Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montanas; y al instante crecieron las montañas.

Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie.

Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: —¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, Raxá-Caculhá!

—Nuestra obra, nuestra creación será terminada —contestaron.

Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.

Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua.

De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.

Capítulo II

Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, cantiles [víboras], guardianes de los bejucos.

Y dijeron los Progenitores: —¿Sólo silencio e inmovilidad habrá bajo los árboles y los bejucos? Conviene que en lo sucesivo haya quien los guarde.

Asi dijeron cuando meditaron y hablaron en seguida. Al punto fueron creados los venados y las aves. En seguida les repartieron sus moradas a los venados y a las aves.

—Tú, venado, dormirás en la vega de los ríos y en los barrancos. Aquí estarás entre la maleza, entre las hierbas; en el bosque os multiplicaréis, en cuatro pies andaréis y os sostendréis. Y así como se dijo, se hizo.

Luego designaron también su morada a los pájaros pequeños y a las aves mayores:

—Vosotros, pájaros, habitaréis sobre los árboles y los bejucos, allí haréis vuestros nidos, allí os multiplicaréis, allí os sacudiréis en las ramas de los árboles y de los bejucos. Así les fue dicho a los venados y a los pájaros para que hicieran lo que debían hacer, y todos tomaron sus habitaciones y sus nidos.

De esta manera los Progenitores les dieron sus habitaciones a los animales de la tierra. Y estando terminada la creación de todos los cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el Creador y el Formador y los Progenitores:

—Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno según vuestra especie, según la variedad de cada uno. Así les fue dicho a los venados, los pájaros, leones, tigres y serpientes.

—Decid, pues, vuestros nombres, alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a Huracán, Chipi-Calculhá, Raxa-Calculhá, el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, el Creador, el Formador, los Progenitores; hablad, invocadnos, adoradnos! —les dijeron.

Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban, cacareaban y gramaban; no se manifestó la forma de su lenguaje, y cada uno gritaba de manera diferente.

Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible que hablaran, se dijeron entre sí: —No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien —dijeron entre sí los Progenitores.

Entonces se les dijo: —Seréis cambiados porque no se ha conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento, vuestra pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis. Todavía hay quienes nos adoren, haremos otros [seres] que sean obedientes. Vosotros aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será. Esta será vuestra suerte. Así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales pequenos y grandes que hay sobre la faz de la tierra.

Luego quisieron probar suerte nuevamente; quisieron hacer otra tentativa y quisieron probar de nuevo a que los adoraran.

Pero no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos, nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer. Por esta razón fueron inmoladas sus carnes y fueron condenados a ser comidos y matados los animales que existen sobre la faz de la tierra.

Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores.

—¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la aurora; hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que fuésemos alabados y venerados por ellos. Probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten —así dijeron.

Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron la carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener.

Y dijeron el Creador y el Formador: —Bien se ve que no podía andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron.

Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y en seguida dijeron: —¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salgan bien nuestros adoradores, nuestros invocadores? —así dijeron cuando de nuevo consultaron entre sí.

—Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú: ¡Probad suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! —así dijeron entre sí el Creador y el Formador cuando hablaron a Ixpiyacoc e Ixmucané.

En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del día, la abuela del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y cuyos nombres eran Ixpiyacoc e Ixmucané.

Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz cuando le hablaron al agorero, al formador, que son los adivinos: —Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros.

—Entrad, pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga.

—Dad a conocer vuestra naturaleza, Hunaphú-Vuch, Hunahpú-Utiú, dos veces madre, dos veces padre, Nim-Ac, Nimá-Tziís, el Señor de la esmeralda, el joyero, el escultor, el tallador, el Señor de los hermosos platos, el Señor de la verde jícara, el maestro de la resina, el maestro Toltecat, la abuela del sol, la abuela del alba, que así seréis llamados por nuestras obras y nuestras criaturas.

—Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité. Hágase así y se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en Madera —así les fue dicho a los adivinos.

A continuación vino la adivinación, la echada de la suerte con el maíz y el tzité. ¡Suerte! ¡Criatura! les dijeron entonces una vieja y un viejo. Y este viejo era el de las suertes del tzité, el llamado Ixpiyacoc. Y la vieja era la adivina, la formadora, que se llamaba Chiracán Ixmucané.

Y comenzando la adivinación, dijeron así: —¡Juntaos, acoplaos! ¡Hablad, que os oigamos, decid, declarad si conviene que se junte la madera y que sea labrada por el Creador y el Formador, y si éste [el hombre de madera] es el que nos ha de sustentar y alimentar cuando aclare, cuando amanezca!

Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura; ¡uníos, ayuntaos! les dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura. ¡Ven a sacrificar aquí, Corazón del Cielo; no castiguéis a Tepeu y Gucumatz!

Entonces hablaron y dijeron la verdad: —Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán vuestros muñecos hechos de madera, hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra.

—¡Así sea! —contestaron, cuando hablaron.

Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra.

Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas.

Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni substancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Por esta razón ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos.

Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra.

Capítulo III

En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, recibieron la muerte.

Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo.

De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña la carne de la mujer. Estos materiales quisieron el Creador y el Formador que entraran en su composición.

Pero no pensaban, no hablaban con su Creador, su Formador, que los habían hecho, que los habían creado. Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados. Una resina abundante vino del cielo. El llamado Xecotcovach llegó y les vació los ojos; Camalotz vino a cortarles la cabeza; y vino Cotzbalam y les devoró las carnes. El Tucumbalam llegó también y les quebró y magulló los huesos y los nervios, les molió y desmoronó los huesos.

Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su madre, ni en su padre, el Corazón del Cielo, llamado Huracán. Y por este motivo se obscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de día, una lluvia de noche.

Llegaron entonces los animales pequenos, los animales grandes, y los palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus tinajas, sus comales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler, todos se levantaron y les golpearon las caras.

—Mucho mal nos hacíais; nos comíais, y nosotros ahora os morderemos —les dijeron sus perros y sus aves de corral.

Y las piedras de moler: —Eramos atormentadas por vosotros; cada día, cada día, de noche, al amanecer, todo el tiempo hacían holi, holi, huqui, huqui nuestras caras, a causa de vosotros. Este era el tributo que os pagábamos. Pero ahora que habéis dejado de ser hombres probaréis nuestras fuerzas. Moleremos y reduciremos a polvo vuestras carnes, les dijeron sus piedras de moler.

Y he aquí que sus perros hablaron y les dijeron : —¿Por qué no nos dabais nuestra comida? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojabais de vuestro lado y nos echabais fuera. Siempre teníais listo un palo para pegarnos mientras comíais.

Así era como nos tratabais. Nosotros no podíamos hablar. Quizás no os diéramos muerte ahora; pero ¿por qué no reflexionabais, por qué no pensabais en vosotros mismos? Ahora nosotros os destruiremos, ahora probaréis vosotros los dientes que hay en nuestra boca: os devoraremos, dijeron los perros, y luego les destrozaron las caras.

Y a su vez sus comales, sus ollas les hablaron así: —Dolor y sufrimiento nos causabais. Nuestra boca y nuestras caras estaban tiznadas, siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemabais como si no sintiéramos dolor. Ahora probaréis vosotros, os quemaremos —dijeron sus ollas, y todos les destrozaron las caras. Las piedras del hogar que estaban amontonadas, se arrojaron directamente desde el fuego contra sus cabezas causándoles dolor.

Desesperados corrían de un lado para otro; querían subirse sobre las casas y las casas se caían y los arrojaban al suelo; querían subirse sobre los árboles y los árboles los lanzaban a lo lejos; querían entrar a las cavernas y las cavernas se cerraban ante ellos.

Así fue la ruina de los hombres que habían sido creados y formados, de los hombres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les fueron destrozadas las bocas y las caras.

Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquellos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador.

Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera.



La Biblia - Génesis 1

1EN el principio crió Dios los cielos y la tierra. 2Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas. 3Y dijo Dios: Sea la luz: y fué la luz. 4Y vió Dios que la luz era buena: y apartó Dios la luz de las tinieblas. 5Y llamó Dios á la luz Día, y á las tinieblas llamó Noche: y fué la tarde y la mañana un día.

6Y dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. 7E hizo Dios la expansión, y apartó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión: y fué así. 8Y llamó Dios á la expansión Cielos: y fué la tarde y la mañana el día segundo.

9Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase la seca: y fué así. 10Y llamó Dios á la seca Tierra, y á la reunión de las aguas llamó Mares: y vió Dios que era bueno. 11Y dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé simiente; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su simiente esté en él, sobre la tierra: y fué así. 12Y produjo la tierra hierba verde, hierba que da simiente según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya simiente está en él, según su género: y vió Dios que era bueno.

13Y fué la tarde y la mañana el día tercero.

14Y dijo Dios: Sean lumbreras en la expansión de los cielos para apartar el día y la noche: y sean por señales, y para las estaciones, y para días y años; 15Y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra: y fue. 16E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche: hizo también las estrellas. 17Y púsolas Dios en la expansión de los cielos, para alumbrar sobre la tierra, 18Y para señorear en el día y en la noche, y para apartar la luz y las tinieblas: y vió Dios que era bueno.

19Y fué la tarde y la mañana el día cuarto.

20Y dijo Dios: Produzcan las aguas reptil de ánima viviente, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. 21Y crió Dios las grandes ballenas, y toda cosa viva que anda arrastrando, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie: y vió Dios que era bueno. 22Y Dios los bendijo diciendo: Fructificad y multiplicad, y henchid las aguas en los mares, y las aves se multipliquen en la tierra.

23Y fué la tarde y la mañana el día quinto.

24Y dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie: y fué así. 25E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que anda arrastrando sobre la tierra según su especie: y vió Dios que era bueno. 26Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza; y señoree en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal que anda arrastrando sobre la tierra. 27Y crió Dios al hombre á su imagen, á imagen de Dios lo crió; varón y hembra los crió. 28Y los bendijo Dios; y díjoles Dios: Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

29Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda hierba que da simiente, que está sobre la haz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que da simiente, seros ha para comer.

30Y á toda bestia de la tierra, y á todas las aves de los cielos, y á todo lo que se mueve sobre la tierra, en que hay vida, toda hierba verde les será para comer: y fué así. 31Y vió Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fué la tarde y la mañana el día sexto.


La creación


La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando. Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio.

Los indios makiritare saben que si dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento.

La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando creaba, y cantando decía:

Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.

Cuentos de Eduardo Galeano, Escritor Uruguayo, ( del libro Memorias del fuego)